![](http://sinalefa2.files.wordpress.com/2009/03/lasmoscas.jpg)
No sé si será la manida crisis de la que todos hablan, pero ayer por la tarde estuve a punto de sufrir un ataque de ira en un centro comercial.
Me sentí como si fuera Winnie the Pooh, con mi dulce y tentador tarro de miel a cuestas perseguida por una jauría de moscas asesinas y ávidas de azúcar.
Allí estaba yo, en la sección de saldos de moda (sí, será la crisis... o algo parecido), tras salir de una dura jornada de trabajo, en busca de una “recompensa” de esas que las mujeres nos hacemos a nosotras mismas cuando consideramos que nos lo hemos merecido. Tranquilamente, paseaba entre pasillos de blusas, faldas, americanas y vestidos. Ojalá hubiera podido grabarlo en vídeo, porque en aproximadamente 30 segundos me sentí acosada, perseguida y casi obligada a comprar a costa de mi propia salud, física y mental.
Primera dependienta: -¿Le puedo ayudar? – No, gracias, sólo estoy mirando-; Segunda dependienta (5 segundos después): - ¿Quiere que le deje las bolsas aparte para que pueda mirar tranquila? – No, gracias, estoy bien-; Tercera dependienta (3 segundos y dos pasillos más allá después): -¿Quiere que le ayude con las tallas? – No, gracias, estoy bien-; Cuarta dependienta (5 segundos después, un pasillo más allá y sudor cayéndome por la frente): -¿Quiere que le ayude en algo?- Respuesta estresada: -“No gracias, prefiero mirar las cosas yo sola”. En ese momento, me sentí como Messi, haciendo dribblings entre perchas de ropa, con una voz interior que me decía angustiada: “como venga otra más a preguntar que si quiero algo, suelto las cosas aquí mismo y me marcho echando leches”. Otros 5 segundos infernales, en los que varias mujeres enfundadas en sus rancios uniformes me seguían con la mirada, como gatas en celo, y yo escapando como pude de sus garras felinas.
Por suerte, creo que mis ojos me delataban, mi cara de perro que te salta a la yugular era bastante decisiva, así que pude terminar la faena y salir por la puerta grande sin que ninguna mosca cojonera me siguiera los pasos.
Veni, vidi, vinci. Pero casi no lo cuento.
Luego llegué a casa, aparqué mis bártulos, me puse cómoda y me pasé la noche viendo a la patrulla X comiendo un bocadillo de jamón. Si eso no es una victoria cinco estrellas que venga dios y lo vea...
bueno yo no digo nada que durante unos años, me ayudo mucho ese uniforme rancio a tener dinerito en el bolsillo para mis juergas y demás gastos...parte de ese sueldo depende de las ventas, y su trabajo tambien, porque ellas no son, tienen un jefe inepto, que solo sabe que ladrar(porqué esos si que están amargadísimos , y achuchar a los empleados, y no se andan con tonterias, te vas a la calle y a correr...
ResponderEliminarUf, si es que tiene que estar la cosa muy achuchada para el comercio. A mí no paran de llegarme mensajes al móvil, que si 15%, 20%, 25% de descuento...la crisis habrá hecho que aún estén más encima de los clientes que pasan cerca, porque insistentes siempre han sido. Es lo que pasa cuando se trabaja a comisión.
ResponderEliminarLo entiendo, arte, pero una cosa es la amabilidad y que te quieran ayudar y otra cosa es que te hagan sentir ganas de irte. Está claro que la actitud viene dada porque venden menos que antes, y sé que se llevan comisión, pero aún así es muy molesto.
ResponderEliminarA mi ocurre algo parecido pero peor, y es que cuendo quiero un dependiente me ignoran por completo. Eso si como bien dices si solo estoy dando una vuelta empieza el agobio.
ResponderEliminarEso, Jerom, es la ley de Murphy
ResponderEliminar^_^